Noche cerrada, una de las más frías de todo el invierno, con la lluvia golpeando los cristales y el salvaje viento soplando con fuerza en las calles. Estoy sola, en el segundo piso de la casa, sola en mi cama, como única compañía mi pequeño hámster en la habitación contigua y mi perro en el jardín. Toda la casa en silencio, a oscuras, yo mientras leo con atención “El pasillo de la muerte”, a cada página me encuentro más involucrada en la historia y más miedo me entra.
El viento cada vez más bravío, la lluvia cada vez más fuerte, los sonidos de la noche cada vez más espeluznantes, de repente esos sonidos, esos ruidos empiezan a colarse en mi hogar, aullidos de lobos empiezo a escuchar y llegan a mis oídos como se quebrantan ramas secas como si se partieran los huesos de un gigante. Mi perro se asusta, empieza a ladrar, parece que alguien se acerca, miro por la ventana pero no hay nadie, todo está tenebrosamente solitario .Aun con el sobresalto vuelvo a encerrarme en mi fortaleza impenetrable. Salgo de mi habitación y empiezo a escuchar unos pasos que lentamente se acercan a mi…Despavorida corro a esconderme a una de las habitaciones.
Los pasos se acercaban más y más hasta que se detuvieron enfrente de la puerta. Entro una figura alta robusta y algo patosa, fue entonces cuando me puse a correr contra él y conseguí salir. Empecé a bajar las escaleras a toda prisa y el hombre detrás de mí, hasta que la patosa resulté ser yo cuando tropecé y mi casa se convirtió en mi particular “pasillo de la muerte”.