RIP, James Bennington. Esas eran todas las palabras inscritas en aquella lápida, de aquel cementerio, lúgubre, austero, fantasmagórico y lejano del mundo de los vivos. En aquel entierro no había sentimientos, no había flores, ningún homenaje, ni una sola lágrima, ni negros trajes. En aquel entierro no había nadie, ningún amigo. Los conocidos no existían. La familia, su imagen borrosa en la mente seguía presente.
El muerto, ser inerte en vida era, desconocido fue hasta para su propia familia, su círculo de amigos se reducía a Lucifer, su gato color carbón, amigo fiel desde siempre, guardián de su amo. El muerto, solitaria ente, de vida nocturna y misteriosa, no se le conocía dama alguna, no se sabía de que se alimentaba y por momentos ni si vivía. Este era el muerto. Lucifer, ya me doy cuenta de qué me protegías, la condena de mi soledad. Ahora me voy, adiós fiel amigo, la tierra me reclama.
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