Con un
nudo en la garganta me levanto de la cama, he dormido fatal, no quiero ver el día
gris, no quiero ver malas caras, solo quiero evaporarme, convertirme en cenizas
y volar hacia el infinito. Hoy va a ser una pesadilla, estoy seguro que desearé
no existir, dejar de sentir, esto se ha convertido en un infierno lleno de
cabreos y rencor, una rutina que me va matando lentamente, esta agonía me
devora por dentro, pero nada cambia, sigue siendo discusiones, enfados y falsos
juramentos, estoy cansado de repetir siempre lo mismo, una y otra vez; de hacer
promesas que nadie cumple, estoy arto de tener que cambiar para agradar, no soy
yo mismo. Después de mucho tiempo todo se rompe, todo se acaba y se desvanece
en el presente para convertirse en pasado. Siento que voy a volver, que
perdonaré y volverá a ser todo igual, tengo la sensación de que nada me puede
salvar de seguir en esta monotonía, pero entonces aparece ella, recompone mis
cenizas y me hace resurgir como un Ave Fénix, me abraza y me da aliento,
consigue sacarme de la burbuja donde me habían encerrado, ella me abre los
ojos. Me lleva hasta su lado, me siento y pongo mis manos sobre las suyas, las
acaricio con delicadeza, el tiempo se detiene, las personas desaparecen, no hay
nadie más que ella y yo, nada más que ese momento y ese lugar. Me acerco a sus
labios lentamente y me da un vuelco el corazón, me quedo a dos centímetros de
besarla, sintiendo su respiración. Me prendo de sus ojos de Coca-Cola y no
puedo dejar de mirarla, pienso: “haré lo que sea para estar a su lado y
conquistarla”. Es entonces cuando abro los ojos y la veo a mi lado, con
nuestras manos entrelazadas, mientras me abraza y digo: “eres mi sueño hecho
realidad, amor mío.”
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