sábado, 14 de junio de 2014

La extraña.

Otro vez esa extraña se acerca sigilosamente por detrás, no consigo escucharla hasta que la tengo pegada a mi espalda, es entonces cuando abre sus acogedores brazos y me arropa entre ellos, me da un beso y dice que demos una vuelta; yo digo que no sé donde estoy, responde que ella será mi guía. Salimos a la desierta calle y me pierdo un poco más en cada esquina que doblamos; es raro, pasan las horas y no noto cansancio, no me importa donde estoy, no tengo miedo, es una desconocida pero a su lado me siento seguro.

+Aun no sé tu nombre, ni quién eres.

-- ¿sabes tu quién eres?

+Si, soy quien cuenta la historia.

-- ¿Seguro? Veo que todavía no sabes quién eres.

 +Eres una completa extraña ¿Y crees conocerme?

-- Te conozco mejor de lo que te imaginas: sé cómo piensas, sé cómo y a quién escribes, a veces soy yo la que te hace escribir; y sé todo eso porque soy quién te ayuda a ser quien eres, soy tu inspiración y también soy tu perdición.

+No me puedes inspirar, no sé ni cómo te llamas.

-- Puedes llamarme sin despegar los labios, solo espera que el círculo del tiempo siga girando y cada día, cada anochecer, me tendrás a tu lado, lista para jugar.

Y con esas palabras yo ya estaba dentro de mi cama, mientras, ella me arropaba, me daba otro beso, y me deseaba dulces sueños, cerrando la ventana por la que se escapaba otro día más. 




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