Otro vez esa extraña
se acerca sigilosamente por detrás, no consigo escucharla hasta que la tengo
pegada a mi espalda, es entonces cuando abre sus acogedores brazos y me arropa
entre ellos, me da un beso y dice que demos una vuelta; yo digo que no sé donde
estoy, responde que ella será mi guía. Salimos a la desierta calle y me pierdo
un poco más en cada esquina que doblamos; es raro, pasan las horas y no noto
cansancio, no me importa donde estoy, no tengo miedo, es una desconocida pero a
su lado me siento seguro.
+Aun no sé tu nombre, ni quién eres.
-- ¿sabes tu quién eres?
+Si, soy quien cuenta la historia.
-- ¿Seguro? Veo
que todavía no sabes quién eres.
+Eres una completa extraña ¿Y
crees conocerme?
-- Te conozco
mejor de lo que te imaginas: sé cómo piensas, sé cómo y a quién escribes, a
veces soy yo la que te hace escribir; y sé todo eso porque soy quién te ayuda a
ser quien eres, soy tu inspiración y también soy tu perdición.
+No me puedes inspirar, no sé ni cómo te llamas.
-- Puedes
llamarme sin despegar los labios, solo espera que el círculo del tiempo siga
girando y cada día, cada anochecer, me tendrás a tu lado, lista para jugar.
Y con esas palabras yo ya estaba dentro de mi cama, mientras, ella me
arropaba, me daba otro beso, y me deseaba dulces sueños, cerrando la ventana
por la que se escapaba otro día más.
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