Estoy solo en mi habitación, sentado en una vieja silla de madera; por la ventana veo el aire, escucho el silencio y huelo el frío. Me doy cuenta de que no tengo nada que hacer pero estoy demasiado cansado del mundo para estar aburrido.
Son las cuatro y media de la mañana, mi musa me intenta mecer en una cama de humo y paja. Rechazo su comodidad y me dispongo a salir a caminar, pero paso a paso veo que entre el cemento no existe poesía: pues que se vaya todo a la mierda, mas sin eso ya no hay vida.
Mi fría y oscura musa es mi guía por las calles, me abriga con su silencio y me da algo de tranquilidad. Hace que piense en ese momento, en que cada noche el mundo es para mí. Sigo caminando, silbando canciones que nadie oirá y creo que ya no hay nadie mas en mi cabeza, solo yo y mi preciosa musa, la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario